A lo largo de los años, en nuestra carrera como traductoras, hemos tratado con muchos tipos de clientes, empresas privadas, organizaciones estatales, organizaciones sin fines de lucro y, por supuesto, clientes individuales. Hablando con ellos, notamos una serie de conceptos erróneos que parten del desconocimiento de la profesión del traductor, y de los que nos gustaría hablar en este artículo
“Cualquier persona que conozca dos idiomas puede traducir”.
Traducir requiere mucho más que hablar bien dos lenguas, incluso si se trata de personas bilingües. Afirmar lo contrario sería como decir que cualquier persona que cocine muy bien en su casa puede abrir un restaurante, o que cualquier persona que se dé maña para hacer reparaciones en su hogar puede construir una casa. Un traductor domina las lenguas con las que trabaja, es cierto, pero ¿qué significa esto? Significa un conocimiento profundo de la gramática, la sintaxis, la retórica y del contexto cultural de las lenguas. Las palabras no son compartimentos de sentido estancos, que tienen equivalencias exactas. Por eso mismo, un traductor ha reflexionado sobre las dificultades a la hora de volcar un mensaje a otra lengua. Una traducción literal no necesariamente será una buena traducción, porque podría no tomar en cuenta aspectos como el registro, el público al que va dirigido el texto, los nefastos “falsos amigos” (de los que hablaremos en otro artículo) y que son comunes incluso en personas nativas. Un traductor ha aprendido a decidir cuándo conviene desapegarse de la letra para que prime la naturalidad y encontrar maneras de parafrasear conceptos que no tienen un equivalente exacto en la lengua extranjera. Casi siempre, los textos que recibimos traducidos por personas que no son profesionales de la lengua vienen plagados de errores gramaticales e incluso de comprensión.
Un texto mal traducido afecta su imagen y distorsiona el mensaje que usted desea comunicar. Confíe en los profesionales, notará la diferencia.
“Traducir lleva el mismo tiempo que tipear un texto en la computadora”.
Ni siquiera una traducción literal lleva el mismo tiempo que tipear un texto en la computadora… imagínese analizar y desmenuzar un texto para plasmar su contenido en otra lengua y que resulte tan natural que nadie note que se trata de una traducción. Una buena traducción es una artesanía, y como toda artesanía lleva mucho más tiempo del imaginado.
Tampoco lleva el mismo tiempo traducir un texto científico, que requiere una exhaustiva investigación terminológica, que uno literario, donde juega un papel más importante la creatividad. Cada texto tiene sus desafíos, y la capacidad lingüística, así como la creatividad de un traductor, harán la diferencia a la hora de comparar resultados.
“Puedo utilizar un traductor automático”.
El auge de los traductores automáticos se ha hecho sentir en los últimos años. Muchos de ellos pueden encontrarse en Internet o es posible bajar una aplicación al teléfono que promete una traducción impecable e inmediata. Si lo que necesita es entender el contenido básico de un texto, ésta es una opción válida, pero si pretende divulgar o publicar un texto, se puede llevar una sorpresa muy desagradable. Hasta el momento, la idea del traductor automático sigue siendo una promesa. Muchas agencias de traducción están incluyendo esta herramienta como una manera (potencial) de agilizar el proceso de traducción y acortar los plazos. Sin embargo, toda traducción automática aún requiere ser revisada cuidadosamente por un traductor profesional o experto lingüista, no solo por la cantidad de errores de sintaxis, sino por una buena cantidad de horrores de comprensión. Hasta ahora, un humano sigue siendo su mejor opción.
“Un buen traductor puede traducir a un idioma que no sea su lengua materna”.
Muy pocos traductores tienen la capacidad de traducir de forma natural a un idioma que no sea su lengua materna. Si busca una excelente calidad, prefiera siempre traductores nativos.
“Cualquier traductor que domine un idioma puede traducir todas las variantes y dialectos del mismo”.
Esto tampoco es cierto. Hay grandes diferencias entre el español de España y el español latinoamericano, y mismo dentro de América Latina hay muchas variantes. Solo para dar un ejemplo, el nombre con el que nos referimos comúnmente al poliestireno expandido en Uruguay es espumaplast, en Colombia, icopor, en Argentina, telgopor, en Chile, plumavit, en Ecuador, espuma-flex, en México, unicel o hielo seco, en Perú, tecnopor, en Bolivia, plastofor, en Cuba, poliespuma, en Costa Rica, estereofón, la mayoría derivados de la marca comercial de este material en sus respectivos países o adaptaciones del inglés “Styrofoam”. Y este ejemplo es solo una palabra. También hay diferencias en cuanto a las expresiones, los dichos y los modismos. Lo mismo ocurre con el inglés y con los demás idiomas. Dependiendo del uso que le vaya a dar a una traducción, puede ser necesario “localizar” el texto, es decir, adaptarlo al lugar donde lo vaya a utilizar.